Supercampeones
Por: Jorge Laguna (@FutbolitisJLC)
Ayer en Tiflis, vivimos una de las finales europeas más
emocionante de los últimos años.
Barcelona y Sevilla se presentaban en Georgia sin mucha preparación, lo
cual se vió reflejado en el partido. El Barça era favorito por plantilla, pero
el Sevilla no tenía nada que perder.
En general fue un partido condicionado por los errores
y la efectividad en los tiros libres. Pese a ver más fallos que
aciertos, por tramos vimos a los equipos con una frescura impropia de estas
fechas.
El partido comenzaba con un Sevilla muy activo intentando
llegar a la portería de Ter Stegen. De un fallo defensivo del Barça, que
provocó una falta al borde del área, vino el primer gol de Ever Banega.
Sublime.
Tras el palo inicial el Barça comenzó a hacer su juego de
toque, y ahí apareció el mejor futbolista del planeta (para algunos
de la historia), y transformó dos libres directos de una forma igual de sublime
que la anterior de su compatriota Banega. En esos minutos se veía un Barça muy
entero y con un ritmo bastante alto.
Tras ponerse en ventaja el Barça apostó po una táctica:
mantenían la posesión en zona de portero – centrales a un ritmo lento, y cuando
llegaba la primera línea de presión sevillista, la superaban con un pase hacia
el “eje”, Segio busquets. A partir de ahí de Busquets se pasaba a la línea de
ataque, donde el Barça es el equipo más peligroso del mundo. Con esta táctica llegó el gol de Rafinha que
encarrilaba el partido.
Al inicio de la segunda mitad, se vio un Sevilla un tanto
decaído. Un error garrafal de Tremoulinas en la salida de balón provocó el
cuarto de los culés, en este caso de Luis Suárez. Con este gol, se produce un
cambio, entra Sergi Roberto por Iniesta. Con este cambio el Barça perdió lo que
necesitaba, un hombre que diera pausa y que te asegurara el balón.
A partir de ahí, el Sevilla le echó casta a la situación,
y ante un error defensivo del Barça que dejaba dos pasillos, tanto a Vitolo
para centrar como a Reyes para rematar, el marcador se apretaba en un 4-2.
Emery detectó que con Mascherano de central podrían crear
superioridad metiendo centros. En esta situación, con un Sevilla crecido, y
un Barça dormido, llegó el tercero del Sevilla. Mathieu comete un penalti
absurdo que transforma Gameiro. El partido se ponía más que interesante.
Luis Enrique sacó otra torre para defender los balones
colgados. Pero aquí fue donde se notó que el Sevilla tenía un banquillo con más
recursos. Mariano, Konoplyanka e Inmobile salían al campo. Dos
balas para correr y poner centros, y un delantero rematador.
En otro fallo de la defensa culé, de Bartra en concreto,
llegaba el empate de manos del ucraniano tras una buena acción de
Inmobile. Todo pintaba mal para el
Barça, el Sevilla estaba mejor física y mentalmente. Messi no tenía opciones,
había dos o tres mrcas encima cada vez que recibía.
En esta tesitura, llegábamos a la prórroga, la cual en la
primera parte, lo único que nos aportó, fue la entrada al campo del héroe de la noche. Un Pedro, que tras los rumores
de su salida y su suplencia en este partido, parecía proponerse un último reto.
En la segunda parte del tiempo extra, vimos a un Sevilla mermado por el físico.
El Barça no encontraba soluciones para penetrar la muralla sevillista, hasta
que volvió a aparecer. Leo Messi provocaba una falta al borde del área. Él iba
a ser, como no, el encargado de tirarla.
El golpeo se estrellaba en la barrera y todo parecía
conducirnos a los penaltis, pero el rechace le llegó a Messi, que se sacó un
gran disparo que pasaba entre la muralla de piernas y parecía entrar. Ahí
aparecía Beto. Pero lo que no sabía es que el oportunista de Pedro era el mejor
colocado esperando cualquier rechace para marcar, y así lo hizo, dando final a
esta gran final.







